Luego de las Elecciones Generales del 17 de agosto, donde, en primera instancia, se evidenció la derrota del Movimiento al Socialismo (MAS), Bolivia enfrenta una de las coyunturas económicas más delicadas de las últimas décadas.
La era del MAS, que gobernó de manera casi ininterrumpida desde 2006, dejó una serie de hitos económicos que marcaron la historia reciente del país: desde la nacionalización de los hidrocarburos y la redistribución de los ingresos por gas, hasta la crisis actual con un déficit fiscal que supera el 10%, del Producto Interno Bruto (PIB), escasez de dólares el paralelo se ubica por arriba de los Bs 12, una inflación acumulada, al primer semestre, de 15,53% que erosiona los ingresos de los hogares y una alarmante escazes de dièsel, son parte del escenario económico.
Entre los puntos altos que definieron la gestión económica del MAS, se destaca la bonanza de los primeros años con Reservas Internacionales Netas (RIN) que en 2014 superaron los $us 15.000 millones o exportaciones récords como las de 2022, cuando sumaron $us 13.650 millones, sin embargo, la caída posterior en la producción gasífera, generó un derrumbe de las RIN y la escasez de combustibles pone en apuros a los agentes económicos del país.
Estos problemas son el telón de fondo que las nuevas autoridades deberán hacer frente, si es que buscan lograr estabilizar la economía boliviana.
En este sentido, el economista, Germán Molina, sostiene que la actual crisis es consecuencia de una política fiscal expansiva que priorizó la ideología sobre las leyes del mercado. A su juicio, el MAS apostó por mantener un elevado gasto público financiado con deuda interna y emisión monetaria, lo que derivó en inflación galopante, escasez de dólares y un mercado paralelo con cotizaciones que llegaron a triplicar el tipo de cambio oficial.
“Las cifras macroeconómicas del período 2021-2025 están por debajo de las metas del Plan de Desarrollo Económico y Social, el déficit fiscal se mantiene en niveles insostenibles y la inflación golpea el poder adquisitivo de las familias”, explica Molina, quien remarca que el país enfrenta falta de gasolina, diésel, alimentos e insumos básicos. En su análisis, la economía boliviana atraviesa una situación “delicada y sin perspectiva de resolución en el corto plazo” bajo el actual modelo.
Óscar Mario Tomianovic, economistas del Centro de Estudios Populi, apunta a la incertidumbre como un factor determinante.
“No sabemos si ya tocamos fondo o si recién estamos en las puertas de una recesión más profunda”, advierte. Para el economista, la raíz del problema está en la falta de disciplina fiscal: “Un gobierno que sistemáticamente gasta más de lo que ingresa genera distorsiones monetarias y fiscales que hoy se sienten en toda la economía”.
A su juicio, un primer paso de cualquier nuevo Gobierno debería ser la implementación de una regla fiscal rígida que limite el déficit. “Se debe apuntar a que no supere el 1% del PIB, porque mientras se financie el déficit con emisión del Banco Central, la inflación seguirá deteriorando los ingresos de la población”, afirma.
El economista Rubén Arias es más tajante: “La nacionalización de los hidrocarburos fue un fracaso. En lugar de atraer inversiones para la industrialización, se ahuyentaron. Hoy, un país productor de gas está a punto de convertirse en importador”.
Según Arias, la distribución de ingresos por exportación de gas se redujo de manera drástica, el déficit fiscal se ubica entre el 10% y el 12% del PIB y la falta de inversión extranjera impide la llegada de divisas. Además, alerta que la escasez de combustibles repercute en la canasta familiar y acelera la inflación.
El economista reconoce, sin embargo, que la primera etapa del MAS (2006-2014) trajo avances sociales: reducción de la pobreza, menor analfabetismo y aumento del salario mínimo. Pero subraya que todo se derrumbó a partir de 2014, cuando se agotó el ciclo del gas. “Cada boliviano nace hoy con una deuda equivalente a 3.816 dólares. Estamos endeudados hasta el cuello”, lamenta.
Los tres expertos coinciden en que el ciclo económico del MAS llegó a su límite. Los síntomas inflación, déficit fiscal, escasez de dólares y combustibles son evidentes para la ciudadanía. La divergencia tiene que ver con las soluciones: mientras Molina señala la necesidad de un cambio integral en el modelo, Tomianovic apuesta por una disciplina fiscal estricta y Arias plantea reformas profundas que incluyan una nueva ley de hidrocarburos, seguridad jurídica para la inversión y un Estado más eficiente.
El nuevo Gobierno encuentra una Bolivia, en un cruce de caminos: con un pasado reciente marcado por la bonanza y el derroche, y un futuro incierto en el que las decisiones políticas y económicas de los próximos meses serán determinantes para redefinir el rumbo del país.
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