"Hay que volver a comenzar" los productores que lo perdieron todo en los incendios de la Chiquitania
Bernardo Moirenda Barba (32) aprendió a sembrar piña a sus 11 años, mirando a su padre, Gerbacio Moirenda Ativena, y este a su vez, del suyo, don Bernardo Moirenda Pérez. El primero logró tener una carrera como técnico agropecuario en la Fundación Colonia Piraí y con su padre tiene cuatro hectáreas de cultivo de piña en la comunidad Karugwatat +, a unos 30 km de Ascensión de Guarayos. Pero este septiembre la desgracia llegó traída de la mano del fuego, que arrasó con la mitad del suelo y con todo lo que había ahí, incluyendo sus piñas que estaban a dos meses de la cosecha, encaminándose a deleitar a los comensales de la famosa piña guaraya, en la Feria Nacional de la Piña, en este noviembre.
En ese fatídico mes de septiembre, el tejón y los monos no tenían qué comer, se aventuraban a salir del monte y se asomaban a los chacos para comerse lo que quedaba de la piña todavía chiquitita, pero que ya estaba dulce, según cuenta Bernardo.
Solo de piña perdió unas 40.000 plantas, que dan 1 fruto al año (casi a los dos años de sembrada da su primer producto). Pero en esas cuatro hectáreas tenía también limón cambita, del que perdió unas 500 plantas que al año iban a dar sus primeros limones. De igual forma, sus árboles (serebó y mara) se quemaron, estima que perdió unos 130 de ellos, de cuatro años de edad, que tardan entre 15 a 30 años para tener un buen tamaño.
"El fuego saltó como si tuviera gasolina. La producción de noviembre y diciembre era todita de piña, ahora vamos a ver qué sale. Somos varias las comunidades afectadas, especialmente en Tierras Nuevas y Karugwatat +", cuenta todavía pesaroso, pero él mismo se consuela y se promete: "nos va a costar levantarnos, pero tenemos que seguir nomás, hay que volver a comenzar".
Su relato sobre los meses de fuego producto de los incendios forestales es estremecedor. Pasaban toda la tarde, la noche y parte de la madrugada luchando contra un gigante que los superaba en todo aspecto. "No tenemos agua de pozo perforado, solo hay un noque que está distante a 150 metros de donde estaban los cultivos, había que bajar con la mochila fumigadora hasta ahí", y cuando volvían recargados, el fuego se había multiplicado y consumía todo, incluso sus esperanzas: "no pudimos hacer nada".
"Aunque sea vamos a salvar la casa", dijo don Gerbacio, derrotado porque no se pudo hacer gran cosa, ni la ayuda de refuerzo logró llegar porque el camino estaba bloqueado por los árboles grandes de cusi, que se caían por las llamas y los automóviles no podían pasar. "En moto avanzábamos con miedo de que se nos caiga encima alguna rama ardiente", sigue relatando, diciendo que este año fue la primera vez que el fuego se entró a su propiedad.
Bernardo cree que solo en piña perdió Bs 175 mil, calculando que por cada una de sus 35.000 frutas iba a cobrar Bs 5, sin sumar lo que se gastó en limpiar el suelo para sembrar con la desbrozadora. Si a eso se le agrega las pérdidas en limones y los árboles, puede llegar a Bs 200.000, redondeando la desgracia.
Hoy Bernardo volvió a sembrar 5.000 plantines, trabaja bajo sistema agroecológico. No puede darse el lujo de lamentarse, tiene que seguir adelante.
A todo esto ¿de dónde salió el fuego? Afirma que los grandes productores queman, pero no saben hacerlo bien. "Solo se puede quemar después de tres lluvias, cuando la tierra está bien húmeda, pero medio cae una lluvia, ya se ponen a quemar, por eso es que se les sale de las manos".
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